sábado, 6 de dezembro de 2014
quinta-feira, 14 de agosto de 2014
«La oportunidad para la mujer al borde de la calle»
María
José Alos y Consuelo Rojo son dos religiosas adoratrices. Son mujeres
de juventud madura que quieren vivir al pulso del momento presente.
Después de varios destinos, ahora están dando lo mejor de sí en Valencia
y Burgos, respectivamente. Manifiestan realismo, pero con más fuerza,
esperanza. Siguen, como toda su congregación, al lado de la mujer
excluida, marginada o explotada. En las situaciones de máxima debilidad,
han descubierto la bienaventuranza que les da vida. Porque –como
afirman– es posible un mundo distinto.
¿Qué misión estáis realizando ahora en vuestras comunidades?
María
José Alos: Vivimos en una casa pequeña destinada a la acogida de
“mujeres víctimas de trata” con fines de explotación sexual. El proyecto
acaba de sufrir un cambio. El motivo surge por querer dar respuesta a
una necesidad que se nos planteaba en Valencia –pues no existen casas de
acogida para “mujeres víctimas de trata” en toda la Comunidad
Valenciana–, así que nos arriesgamos para atender las necesidades de
estas mujeres.
Aquí llevo la administración del proyecto y de la comunidad.
Por
otro lado, partiendo de que la identificación de las mujeres, “víctimas
de trata” con fines de explotación sexual, la realiza la policía,
nosotras estamos luchando para poder acompañar a las mujeres en este
trance. No tienen confianza en las fuerzas y cuerpos de seguridad;
digamos que lo que conocen en sus países de origen, y en su tránsito por
España, no es muy positivo o agradable. De ahí que no suelan hablar y
se mantengan en silencio.
Nuestro
deseo es poder realizar nosotras esa identificación, ya que ser mujeres
nos acerca un poco más a ellas, y el hecho de conversar y compartir,
nos abre las puertas para profundizar en su sitación y poder
acompañarlas en esos momentos tan duros por los que están pasando: momentos
de confusión, de miedo, de incertidumbre... Por ello, nos planteamos
salir a la calle para encontrarnos con ellas. No podemos esperar,
solamente, a las “redadas” de la policía.
Cuando una mujer es identificada como “víctima de trata” se le ofrece nuestra casa, a la que ellas acceden libremente.
La Ley
de Extranjería, en su art. 59 bis, ofrece a la mujer un tiempo de
reflexión para que decida qué quiere hacer: poner una denuncia, regresar
a su país… Ese período es de 30 días para decidir su futuro, para
tomar la decisión de quedarse o marcharse. Comprendemos que es muy poco
tiempo para que estas mujeres puedan recuperarse tanto física como
emocionalmente. Por eso les ofrecemos nuestra casa, un espacio donde
sentirse lo más cómodas posible, donde se puedan sentir seguras y a
salvo, y puedan, sobre todo, recuperarse.
Consuelo Rojo: Nuestra casa es una comunidad que se amplía cada vez que llega alguien nuevo.
Las
Adoratrices hablamos de ofrecer casas de puertas abiertas. Por eso
abrimos nuestras puertas a cada mujer que desea descansar o lanzarse a
la aventura de lo nuevo. Las puertas permanecen abiertas para que la
vida siga siendo eso, vida. Nuestra misión principal es creer en cada
mujer, y en ser testigos de que la vida de Jesús puede resucitar en cada
una de ellas.
¿Qué fue lo que más os atrajo de las Adoratrices? ¿Cómo supisteis que este era vuestro sitio?
M.J.A:
Es curioso pues yo no conocía a las Adoratrices, ni siquiera sabía que
existían. Estudié en un colegio religioso -Franciscanas de la
Inmaculada-, pero nunca me planteé ser religiosa. Recuerdo que cuando
inicié mi proceso vocacional, ya dirigido hacia la vida consagrada, me
encontré como quien busca una aguja en un pajar. Lo único que tenía
claro es que buscaba un lugar donde poder ayudar a la mujer, donde mi
experiencia de vida me permitiera acompañar. Así que, con mi acompañante
iniciamos esta búsqueda y, al conocer a las Adoratrices, supe que ese
era mi lugar. En ellas vi algo que me cautivó: la acogida, la
familiaridad. Me sentía bien, en paz, me sentía invitada a volver con
ellas; a querer conocerlas un poco más.
La
combinación de la misión que tenían -acogida a la mujer con problemas de
adicción- y aquello que las empujaba a realizar su misión -la
Eucaristía- me pareció perfecta.
C.R: A
mí, desde el principio, lo que más me atrajo fue el encontrarme con
mujeres felices, que vivían su consagración desde el servicio a la mujer
explotada. Mujeres que hacen camino con mujeres que desean recuperar su
vida; mujeres que han aprendido a vivir desde la verdad, haciendo de
cada día un intento de encuentro y sanación.
¿Cómo es vuestra experiencia de vida comunitaria? ¿Qué significa para vosotras “compartir”?
M.J.A:
Quiero decir que, según mi experiencia, la vida comunitaria en las
etapas de formación se cuida mucho, pero cuando ya estás “inserta en el
mundo” -por decirlo de alguna forma- la cosa cambia.
Nuestra
vida comunitaria, por ejemplo, es compartida con las mujeres que
acogemos, es decir, vivimos todas juntas, como en una familia.
Intentamos cuidar los espacios en los que solo estamos las religiosas de
la comunidad (que no siempre se consigue). Para mí, compartirlo todo
significa vivir las 24 horas con mis hermanas y con las mujeres
acogidas. Tenemos espacios comunes: cocina, sala de televisión, capilla…
pero lo mejor es compartir la mesa y, en ella, nuestro día, el de las
mujeres, el de la propia comunidad. Eso no quiere decir que no tengamos
dificultades; las tenemos. A veces, hasta salen chispitas… eso es
compartirlo todo.
C.R:
Aunque llevo menos años en la vida religiosa, he tenido diferentes
experiencias de vida comunitaria. Desde las que no llenan el corazón y
no dan vida, hasta las de verdadero encuentro. He tenido la suerte de
vivir la comunidad como un don, donde la vida es regalada, donde cada
día se nos invita a descubrir la Presencia de quien nos convoca. Esta es
la comunidad donde he sido capaz de caminar y hacer caminar, donde he
descubierto el verdadero rostro de Dios en mis hermanas.
¿Os afecta el envejecimiento de la vida religiosa? ¿Creéis que hay capacidad para la renovación?
M.J.A:
La verdad es que soy consciente de que mi congregación tiene una edad
media considerable; pero también he de decir que me considero afortunada
ya que en mi comunidad hay hermanas de casi todas las edades.
El
envejecimiento afecta si no lo vives como gracia. La sociedad avanza muy
de- prisa y también los jóvenes. Nuestras formas son distintas y
también lo son nuestras visiones, pero no nos equivoquemos: una hermana
mayor puede ser más joven que las jóvenes.
¿Renovación?
La renovación vendrá cuando dejemos actuar al Espíritu Santo en
nosotras. No se trata de edades, sino de mentalidades y de aceptación de
cada una de nuestras etapas.
C.R:
Por supuesto que afecta el envejecimiento de la vida religiosa. A veces
se puede hacer difícil vivir con muchas hermanas mayores. Pero es
igualmente cierto que son ellas las que nos mantienen y sostienen, nos
hacen vivo el carisma, nos recuerdan qué es lo que estamos llamadas a
vivir…
El que
seamos pocas jóvenes, hoy por hoy, a mí no me asusta. Lo que me da
miedo es mirar la gran cantidad de edificios, totalmente equipados….
llenos de personas que comparten nuestro trabajo, pero no nuestro
carisma y misión. Hablamos mucho de misión compartida pero, ¿misión
compartida es compartir solo el trabajo, las responsabilidades… y
olvidarnos del Espíritu que anima la misión adoración-liberación?
¿Podemos olvidarnos de la espiritualidad de quien nos convocó y
congregó?
Desde vuestro punto de vista ¿se están tomando decisiones acertadas para conectar la vida religiosa con la realidad?
M.J.A:
La misión que nosotras desarrollamos nos hace estar bastante conectadas
con la realidad. Es verdad que nos preocupa todo lo que ocurre en el
mundo y sobre todo a nuestro lado. Es muy importante estar allí donde se
nos necesita. Si no estuviéramos conectadas a la misión no tendría
sentido nuestro estar junto a la mujer que grita; no sería real… y,
pienso, que nuestro ser y estar, es muy real para ellas y para el
entorno en el que se mueven.
C.A:
Constato que se están haciendo intentos y, algunos bastantes acertados,
pero creo firmemente que tenemos que ser más valientes y tomar
decisiones más arriesgadas; como por ejemplo dialogar con todas las
generaciones, llegar a consensos, ser capaces de hacer relevos
generacionales y confiar más en el Espíritu. Él nunca ha dejado de ser y
estar con nuevas formas y nuevas maneras...
La opción por las personas que la sociedad excluye configura vuestra vida, ¿por qué?
M.J.A:
Mi vida la configura mi seguimiento de Jesús en una misión muy
concreta: la mujer que es víctima de cualquier situación de esclavitud,
especialmente la mujer víctima de “prostitución y trata”. Jesús también
estuvo junto a los excluidos de la sociedad, junto a aquellos que no
contaban y eran invisibles a los ojos de todos. Nosotras le seguimos al
estilo de Micaela y aceptando el don regalado, nuestro carisma de adorar
y liberar.
Como
mujer me cuesta mucho aceptar todo aquello que atenta contra nuestra
dignidad. Las vidas rotas de tantas mujeres claman continuamente y sus
vidas reconstruidas son aliento y libertad. “Solo por una vale la pena
tanto esfuerzo” decía nuestra santa.
C.R: A
mí, me gusta vivirme y saberme diciéndome: “soy una mujer consagrada al
servicio de mujeres explotadas”. Las mujeres somos las olvidadas de la
historia, las que no contamos, las que no somos nombradas… Esto se
agudiza todavía mucho más si son mujeres en contextos de prostitución.
Ellas son las últimas y las grandes olvidadas; son aquellas que usamos y
tiramos, el símbolo de nuestra sociedad actual, la sombra de la
sociedad que nadie quiere ver, la esquizofrenia de nuestro mundo… pero
las preferidas del Padre: “Las prostitutas os precederán en el Reino de
los cielos” (Mt 21, 31).
No por
ser prostitutas, Jesús les da su Reino, sino porque siendo prostitutas
son capaces de olvidarse de ellas mismas, de todo el mal que les rodea y
acoger la Buena Nueva; se ponen a los pies de Jesús creen y colaboran
con Él.
Para que la vida religiosa recupere su efecto llamada en personas jóvenes tendría que...
M.
J.A: Tener comunidades vivas. Algunas de nosotras nos manifestamos
cansadas. El cansancio no atrae, la vida y la alegría sí. Tendríamos que
salir a la calle, estar donde están los jóvenes, porque sé que ellos no
van a venir a donde estamos nosotros. Necesitamos mezclarnos en su
ambiente, vivir lo que viven…
Con
ello no quiero decir que tengamos que hacer como ellos sino estar con
ellos, que es muy distinto. La vida religiosa tendría que morir a
ciertas estructuras y dar paso a otras nuevas… tendríamos que romper o
desajustar algunos horarios, abrir nuestras puertas para poder
compartir.
C.R: Tendríamos que vivir en constante escucha de la Palabra, lo que supone ser más audaz
y coherente. Estamos llamadas a donde las personas están, en todos los
lugares, en todos los rincones adonde el aliento de Dios llega. No hay
fronteras para Dios. Las mujeres nos llaman y reclaman, necesitan aprender a amar gratuitamente.
Nosotras
necesitamos ser valientes para romper con estructuras que nos atan,
vivir realmente la pobreza, abrir nuestras casas, ceder nuestros
espacios, siendo y estando disponibles.
¿Puede una persona joven compartirlo todo con personas de otras edades?
M.
J.A: ¿Puede una persona joven compartir con su madre, padre, hermanos,
abuelos, tíos y primos? No somos un apéndice de nada, somos igual que
otras personas. Es verdad que mi comunidad no es mi familia biológica,
pero son con quienes comparto mi vida, cada día. Ese “todo” es relativo,
porque tampoco con mi familia biológica lo compartía “todo”, tampoco
con todos mis amigos lo compartía todo. Con cada persona tengo una
relación distinta. Vamos creando vínculos, poco a poco, y en ese ir
creando vínculos es cuando vamos creciendo juntas, cada una es distinta,
por eso la esencia de la comunidad es la diversidad.
C.R:
Cuando se tiene la capacidad de llegar a lo profundo de cada persona, a
lo profundo de cada hermana, de cada mujer, te ayuda a encontrarte
contigo misma: los mismos anhelos, los mismos sueños, los mismos
desafíos… Cada una en su etapa, en su momento, en sus circunstancias…
Pero en lo profundo del ser: Dios.
Qué opinión os merece la interculturalidad, ¿qué experiencia tenéis?
M.J.A:
A nosotras la interculturalidad nos viene dada, sin pensarlo. La
vivimos sin, apenas, proponérnoslo a causa de la acogida que tenemos en
nuestras casas. Yo he llegado a convivir con mujeres de seis
nacionalidades distintas. Esto significa ceder espacios, aceptar
cambios… es complicado, no es sencillo.
Aparte
del reto que esto puede suponer, también nos encontramos con verdaderas
fronteras culturales difíciles de entender. Esto referido a nacionalidades,
pero la interculturalidad también la tenemos dentro de España con las
diferentes comunidades que culturalmente son tan distintas. Integrar
todo es un trabajo laborioso donde todas ganamos y ninguna pierde.
C.R: En mi casa, en ocasiones, vivimos con mujeres de otras nacionalidades, culturas
o religiones… y, aunque es cierto que hacemos intentos por acercarnos,
eso de perder lo tuyo para aceptar lo positivo, lo de otro no siempre es
fácil. Pero, desde luego “con” y “por” las mujeres se consigue.
Por otro lado, si en una comunidad son todas ellas españolas...
puede suponer un problema… solo basta ver las caras ante comidas
cocinadas de otra manera, las mismas palabras con otros significados,
tantas costumbres y tan diferentes….
Para concluir: ¿qué significa para vosotras ser religiosas en un cambio de época?
M.J.A:
Es dar testimonio, un compromiso y una coherencia de vida hasta el
extremo. Ante la incomprensión de mis conocidos yo sonrío.
En
estos momentos significa que tengo que arriesgar, que no me puedo quedar
estancada en el sistema. Dicen que estamos en un cambio, pues yo
también debo cambiar con el mundo. Debemos estar preparadas para
cualquier acontecimiento, con los ojos abiertos a las nuevas necesidades
que las mujeres nos van a ir presentando (y que ya están aquí). No
podemos pararnos, pues el mundo no se para y nosotras estamos en el
mundo.
C.R:
Ser religiosa adoratriz para mí es mostrar el rostro de Dios Padre
Misericordia y Dios Madre de Ternura; ser el Rostro de Dios Hijo que
clama en la mujer en prostitución y Dios Espíritu que siempre está
buscando nuevos cauces de liberación.
fonte: http://www.vidareligiosa.es/index.php?option=com_content&view=article&id=788:mirada-con-lupa&catid=8:entrevistas&Itemid=12
segunda-feira, 7 de abril de 2014
El centro de la vida religiosa
Escrito por Luis A. Gonzalo Díez.
Fonte: http://www.vidareligiosa.es

Hay un religioso de
edad que se toma muy en serio colaborar con nuestra revista. Tiene la
jornada bien ocupada. Dedica buenas horas a echar una mano en la misión
con sus hermanos más jóvenes y además encuentra tiempo para orar por la
misión y el mundo que, como bien dice, “tanto ama Dios”. Tiene este
hermano una vida serena, equilibrada y feliz. Está ocupado en las
necesidades de los demás porque sufre cuando percibe privaciones,
carencias e injusticias… y en este tiempo son muchas. Sabe ponerle
nombre a la crisis, porque sus amigos preferidos son pobres… esa es su
fuerza. Tuvo en sus tiempos jóvenes muchas y variadas responsabilidades
en la comunidad y en la congregación. No los echa de menos, porque hoy
sigue teniendo la vida llena, plena. Ha entendido que la vida no son los
cargos, sino ser fiel al encargo de Dios… y ese no desaparece al
cumplir años.
Conocimiento de la realidad: visión esperanzada del presente
Hoy me ha escrito.
Como siempre ofreciendo visión serena. Me aporta una buena relectura de
todo lo que se escribe sobre la vida religiosa, que no es poco. Conoce
bien nuestra vieja Europa, pero también América Latina y un poco menos
Asia y África, pero poco menos. Es un religioso formado, como tantos, y
es capaz de comprender que lo que pasa aquí es fiel reflejo de lo que
acurre allá y, a la vez, es muy diferente. Es un exponente de esa
lectura posmoderna de la realidad, con el poso de haber trabajado la
Suma Teológica y la historia de la filosofía de Nicola Abbagnano. Nunca
he percibido en sus palabras y actitudes una mínima sombra de nostalgia.
Es inteligente y sabe que ni nuestro decrecimiento actual, ni el
sorprendente crecimiento de hace unos años, del que depende el momento
presente, son cifras serenas. Son datos afectados por realidades
sociológicas que todavía no hemos sabido integrar, ni interpretar
convenientemente.
Siempre tiene algún
relato positivo sobre alguno de los religiosos más jóvenes. Admira cómo
trabajan, con la solvencia con que responden y, sobre todo, con la
sinceridad con que refieren las cosas de Dios en la propia vida. Vamos
que a mi colaborador anónimo de vida religiosa, le sorprende la
sinceridad que edades más jóvenes tienen a la hora de hablar de sus
logros y debilidades; de sus penas y fracasos… Dice él, con cierta
gracia, “¡y yo que me formé pensando que lo bueno era callarlo,
silenciarlo… para endurecerme y así ser más fuerte y mejor misionero!”.
Sí, ante todo, mi amigo está contento con la edad que tiene, con lo que
vivió y, me atrevería a decir, con lo que le queda por vivir… mucho o
poco. Y eso se nota.
Acompañamiento de la vida religiosa en esta era
Cuando me hice cargo de la revista me dijo sólo tres cosas, y hoy me parecen especialmente útiles.
La primera que
sopesase bien qué publicaba. Decía él, «piensa que asumes esta
responsabilidad en un momento en el que la vida religiosa está viviendo
un cambio de ubicación. Por eso procura siempre alguien que suavice la
tensión, aligere la carga y proporcione esperanza. No te estoy
sugiriendo que mientas, eso nunca, pero procura incidir más en las
posibilidades que en las debilidades». Me reiteró aquello de los
profetas de esperanza frente a los agoreros de calamidades del Papa
Juan. Y me lo ilustraba con una larga lista de ejemplos de una cierta
tentación maniquea que nos ha acompañado a la Iglesia desde tiempos
inveterados.
La segunda, que nunca
escribiese sin tener presente que lo leería alguien que piensa, siente y
necesita. Que no hay textos asépticos, válidos para cualquier tiempo y
circunstancia, sino que deben contener vida que se da y recibe, deben
ser textos en relación, porque ésta en su expresión más clara
Dios/persona, es el fundamento de la teología. Sus palabras resuenan
siempre en mí, sobre todo cuando, en determinadas circunstancias te
preguntas qué es lo que procede, cuál es la visión de la publicación o
si es oportuno terciar en determinadas polémicas con la palabra o el
silencio.
Me dijo una tercera
cosa. Sencilla, muy concreta, la expresó más o menos así: “procura no
caer en los ismos”. Me sonreí entonces, pero me doy cuenta hoy que es
muy sensato. Los «ismos», sean del signo más o menos; sean de apertura o
cierre; sean de alabanza o juicio, están siempre equivocados, porque
generalizan, cosifican, no describen y, además, engañan. La vida
religiosa no puede caer en el pragmatismo, pero debe tener presencias
pragmáticas y regirse, en buena medida, por ellas. No puede abogar por
el conservadurismo, pero tiene que tener originalidad para cuidar lo que
ha sido válido siempre. La vida religiosa no es el adalid frente al
hedonismo, porque una estética del culto y la relación es muy propia de
la consagración… Y si ya son ismos de mirada desde la ventana, son más
peligrosos: “cómo cambiar el corazón de esta sociedad regida por el
hedonismo, pansexualismo, efectismo, individualismo, posibilismo…se
preguntaba un religioso, no precisamente caracterizado por su capacidad
para la comunión y la gratuidad”. Dice mi viejo amigo que, quien así
habla, no tiene carisma para cambiar nada, tampoco a sí mismo.
Nuestra razón de ser
Ofrecer lo que creemos
Mi amigo, que tiene
varios lustros más que yo, me indicó, sin pretender enseñar, que un
rasgo esencial de la vida religiosa es la inculturación. El vivir al
ritmo de la época. Que la inducción
hacia la trascendencia en cada contexto sólo se da cuando hay personas
que la hacen posible y creen en ella. Hace unos meses aludiendo al Año
de la fe, decía sencillamente: “lo que hace falta es personas que, en
verdad, crean”, lo hacía comentando determinadas terapias-espectáculo
con las que pretendemos comunicar qué significa creer a base de fuerza y
número. Él, formado en la escolástica, resulta que es un ejemplo claro
de que la evangelización crece en el diálogo y la aceptación del lugar
donde está la persona. Así, no vive la pluralidad como peligro, ni la
interculturalidad como contaminación. Así, reitera que la vida religiosa
es la palabra ágil de la Iglesia para este tiempo, porque curiosamente, es la única forma de vida que puede rehacerse desde lo que Dios está sugiriendo para hacerse comprensible para esta época.
Comprender lo que vivimos
La mayor parte
de las cosas que se escriben sobre la vida religiosa le resultan
útiles. También en esto es rara avis porque no tiene otro tipo de
pretensión respecto a la verdad, sólo admirarla. Él es de los que da
ejemplo en el siempre aprender. No tiene tanto prejuicio como para
situar autores en el índice de lo prohibido. Una mañana que pasó a
saludarme, me comentó: “te das cuenta
de la riqueza que supone la información”. Y me relató varios
acontecimientos ocurridos a miles de kilómetros que supondrían un cambio
muy significativo en la humanidad. Aquel día habían confluido una
manifestación en Buenos Aires, un encierro en Sudáfrica, la construcción
de un gigantesco puente en Australia y un acto académico en Paris…
Conocerlo todo y quedarse con lo bueno, «es una oportunidad para quien,
enamorado del evangelio, lea la vida y la historia, como historia de
Salvación», suele repetir. No le gustan determinados editoriales de los
periódicos porque sostiene que la ideología es enemiga de la verdad. Por
eso su editorial diario lo hace de distintas publicaciones. Es un
ejercicio sencillo, casi matemático suele ejemplificar, «si quitas todo
lo que va contra, sueles encontrar todo lo que, de verdad es». También
sobre este asunto de las ideologías tiene sus enseñanzas, en lo que se
refiere a la Iglesia. Este tiempo necesita personas con horizontes
amplios en los cuales sólo se busque a un Dios que se ha empeñado en
hacer camino con la humanidad. Filosóficamente es un tiempo muy rico,
dice mi anciano amigo, -el quiere que lo llame viejo-, porque es más
real y que, «como los polos opuestos se atraen, está encantado con este
tiempo porque es nuevo y se encuentra a gusto en él». En esto también
rompe el molde, al menos a mí me lo parece, cuando sin forzar el
discurso es capaz de encontrar aspectos muy positivos en el tono y el
fondo de la juventud. Por ejemplo, dice él, que le gusta encontrar y ver
a los jóvenes en sus ámbitos y no tanto en los que nosotros les
proporcionamos. En estos últimos, afirma, hacen y dicen lo que a
nosotros nos gusta oír, no tanto lo que, de verdad, circula por sus
venas y, claro, así nunca llegamos a tener noticia real de cómo es en
realidad la juventud. Por eso aplaude cuando ve presencias arriesgadas
de la vida religiosa en espacios conquistados por los jóvenes… Dice, con
gracia, que la cuestión no es adoctrinar, sino entender. Y hoy,
desgraciadamente, estamos confundiendo la pastoral de juventud con
adoctrinamiento, aunque no se entienda nada.
sexta-feira, 7 de março de 2014
Grande en lo pequeño
Escrito por José Moreno.
fonte: http://www.vidareligiosa.es
“Dios o el dinero…”
Hoy he tenido que ir a
bancos y manejar cuestiones de dinero. En la fila, frente a la
ventanilla, me precedía un padre joven –vestido muy sencillo- que
durante todo el tiempo ha tenido a su pequeño hijo en cabrito, sobre sus
hombros; el niño se sentía sin duda el más grande y seguro de todos los
que estábamos allí. En ese momento me surgía una oración
sencilla: “Padre, te revelas para mí en cada detalle…hoy en la fila ante
la ventanilla del banco, te haces grande en el más pequeño y padre en
el más sencillo. Y yo me siento más seducido por ti que por el dinero”.
Recordaba el evangelio del próximo Domingo y lo unía al tema del
decrecimiento con el que estamos trabajando con los universitarios, y
del que da cuenta un monográfico de “Imágenes de la Fe” (PPC) que se
publicó en Diciembre pasado.
“Decrecer para
crecer” es un lema alternativo que para los cristianos hunde sus raíces
en la estructura fundante de la construcción del Reino de Jesús de
Nazaret. Las claves cristológicas de encarnación, pasión y resurrección
son pilares de un modo de entender la existencia que nos invita a
revisar la cultura que ha fomentado un bienestar cuestionando el bien
ser, y a presentar alternativas que no van por la producción sin más, ni
por el tener por tener, sino más bien por recuperar fuentes de vida que
se asientan en la centralidad de lo humano y en la riqueza de la
interioridad que sabe “tener menos para vivir y ser más”, creyendo que
hay una pobreza liberadora que enriquece, la que pone a Dios y su amor
por encima del dinero y la riqueza. La situación actual de nuestras
sociedades en crisis está siendo un aldabonazo en la conciencia personal
y colectiva para recuperar lo más genuino de lo humano y de la utopía
de la fraternidad. Hoy se nos está pidiendo “saber perder para ganar,
arriesgar para vivir, darse para ser, empobrecernos para
enriquecernos”. Las personas tocadas por el Reino tienen labor seria por
la demanda de lo que llevan como tesoro en vasijas de barro. No podemos
permanecer dormidos cuando la necesidad de Reino es tan acuciante:
“Venga a nosotros tu Reino”.
Estamos llamados a una
pastoral que vibre con las inquietudes y necesidades que el mundo se
está planteando –como está pidiendo el Papa Francisco-, y que las
personas y colectivos más concienciados están ofreciendo como caminos
alternativos y fecundos. Se trata de sumarse en la perspectiva paulina
de la propiciación de los sentimientos de Cristo como fuente de vida para
el mundo actual y colaborar en “el lío de la misericordia activa” que
el Papa está proponiendo continuamente, con la clave cristológica:
“Cristo, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su
pobreza” (2 Cor 8,9). Este es el lema que nos propone para esta
cuaresma que comenzamos; no hay duda que la alternativa “Dios o el
dinero” es de gran actualidad. El evangelio, como camino de alegría y
felicidad, nos propone la generosidad –elegir a Dios- frente a la
seguridad engañosa del dinero.
El evangelio, en la alternativa “Dios o el dinero”, nos propone vencer la tentación de la posesión como elemento de seguridad; esta
opción es condición básica para poder vivir lo comunitario y ser
comprometidos. Para Jesús estaba claro cuando proclamaba que no sólo de
pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. La
seguridad del dinero, la seguridad del trabajo,
de las notas y el currículum (“Di que estas piedras se conviertan en
pan”- Mt 4,3), pueden matar la auténtica vocación y grandeza de una
persona, y llevarse así lo mejor de sus sueños, en especial la dimensión
comunitaria, fraterna y la capacidad de compromiso; por eso Jesús
invita a atesorar tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la carcoma
los corroen…no nos vaya a pasar como aquél de la parábola que se pasó
toda la vida almacenando y cuando creía que ya tenía lo suficiente,
aquella misma noche se tuvo que ir para siempre, y no pudo llevarse nada
porque todo lo que tenía era externo, donde la polilla y la carcoma sí
corroen. El que es así se empobrece, pierde toda la vida que hay a su
alrededor e incluso llega a ver a sus vecinos y hermanos como
competidores…hay hermanos que no se hablan (están muertos) por algo de
dinero de una pequeña herencia.
La generosidad, como
clave de vida, enriquece y lleva a la plenitud del gozo a los que la
adoptan y vertebran su existencia con ella. Hay un modo de ser,
estudiar, trabajar…según Dios y aquí está la clave fundamental, la
gratuidad que genera el verdadero amor: “Ha echado lo que tenía para vivir” (Mc 12,44).
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