quarta-feira, 29 de junho de 2011

Situación anímica de la vida consagrada. ¿los religiosos son personas felices?

Fonte:http://www.vidareligiosa.es
La vida consagrada no es signo de infelicidad. Quedarse sólo con los datos que nos ofrece la sociología no sitúa adecuadamente el presente y el futuro de los consagrados. Estamos en un tiempo nuevo y nueva debe ser la reflexión sobre la VC. Pujol Bardolet insiste en la centralidad de la Misión en la cuál, consagrados y laicos, han de ir “de la mano”.
A juzgar por la transformación de nuestros seminarios y noviciados en casas de acogida, de formación permanente u otros usos, así se diría: cada vez hay menos jóvenes que quieran optar por un género de vida institucional sacerdotal o religioso. Es un hecho. Y, por ende, la edad media de los religiosos/as alcanza límites cada vez más elevados.
Pero, hay que analizar la situación de “fecundidad vocacional” de tiempos pasados:
- La sociedad de “cristiandad” era sociológicamente cristiana, por lo que las familias, en su gran mayoría, tenían como bendición de Dios y también como prestigio, el tener un hijo/a como religioso/a.
- Las características de la sociedad anterior favorecían la fecundidad vocacional: las familias numerosas facilitaban el surgir de vocaciones; era una época devocional y caracterizada por el miedo a condenarse, asegurar la salvación… La espiritualidad de la «devotio moderna» con el Kempis y Alonso Rodríguez creaban un clima adecuado a esta época.
- Un sistema de reclutamiento vocacional en edades infantiles, era aceptado en aquella época. Se podía haber producido una cierta fascinación vocacional conservada por una insistencia en fidelidad a la vocación, incluso dentro de un contexto de salvación o de condenación.
- La estructura cerrada de formación con la «fuga mundi» y un cierto concepto de obediencia protegía la permanencia en la vida religiosa, como fidelidad a la voluntad divina.
- La mentalidad social de la modernidad se regía por un concepto estricto de deber y de la razón.
- Se consideraba importante e indiscutible «la fidelidad a la palabra dada».
Y referente a la “esterilidad vocacional” de hoy:
- La sociedad es postmoderna, hipermoderna y de postcristiandad. Es una sociedad de diáspora donde cunde la indiferencia y el desinterés por lo religioso.
- Nuestra sociedad actual ha asumido nuevas características: la promoción personal, el personalismo, el espíritu crítico… y además la religiosidad pasa por el filtro de la crítica radical de los filósofos de la sospecha (Freud, Marx, Nietzsche) y otros.
- Ya no se trata de reclutamiento vocacional, sino de invitación vocacional, normalmente en edades posteriores a los 20 años.
- La estructura abierta de nuestra sociedad y de las instituciones religiosas, por la que llegan a relativizarse textos y contextos anteriores al Concilio, como el sentido y contenido de la obediencia religiosa y de los votos, abriéndose a nuevos contenidos y significación.
- Nuestra sociedad actual parece regirse más bien por el sentimiento. “Me apetece… no me apetece…. “Lo siento… ahora no lo siento”. Ello es causa de indecisiones.
- Se considera importante y decisiva «la fidelidad al proceso personal”, lo que condiciona crisis y rupturas de fidelidad a la palabra dada.
HOY COINCIDIMOS EN DAR IMPORTANCIA AL LAICADO
¿Es verdad que carecemos hoy de vocaciones? ¿Acaso no nos apercibimos que Dios nos pide suscitar también otro tipo de vocaciones? ¿No nos pedirá Dios que redimamos la minoría de edad eclesial del laicado cristiano?
El Bautismo es único y el mismo para todos los géneros de vida. Lo que cambia es el estilo de vivirlo, pero no hay un estilo, en sí mismo, superior a otros. Lo importante es el grado de compromiso en vivirlo.
Cada estilo de vida (presbiteral, monástico, religioso, matrimonial) tiene su propio carisma y su característica espiritualidad. De eso se trata; de conseguir en el futuro, más que una fidelidad a estructuras de pasado, “buscar las nuevas modalidades que den futuro a cada uno de estos carismas”. Saber responder a lo que Dios pide en el momento actual. Pero no es una tarea fácil; vivimos aceleradamente la “societas et ecclesia dubitans” al propio tiempo que la “societas et ecclesia semper reformanda”. Esta situación ocasiona una cierta inestabilidad.
La Iglesia y todas las instituciones religiosas tienen un reto de futuro, que constituirá un examen de la capacidad de crear el futuro de las instituciones.
Las “nuevas vocaciones” de laicos están a nuestro alcance, trabajan en nuestras instituciones, incluso con responsabilidades y competencias importantes. Se trata de no dificultarles el que vayan ocupando nuestros puestos que, por ley de vida y de las circunstancias actuales, vamos dejando vacíos.
LA SITUACIÓN ANÍMICA
Diría capacidad anímica. Distinguiría la capacidad anímica de la cúpula o de los primeros responsables y la capacidad anímica del cuerpo institucional.
En cuanto a los primeros responsables de las instituciones hay que decir que son animosos; como nunca se tienen reuniones de Capítulos, de Comisiones y reuniones provinciales, interprovinciales e intercongregacionales.
Pero les corresponde mover a un cuerpo institucional envejecido mayoritariamente y que se diría que trata de terminar sus días devotamente. Y ello a pesar de no pocos religiosos/as que son muy testimoniales y en línea de profecía. No se puede generalizar.
Al decir de Mons. Gianfranco Gardin, Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, en la presentación de la Instrucción “El servicio de la autoridad y la obediencia”, en el Instituto de Vida Religiosa de Madrid, presentaba dos iconos para nuestro tiempo, el joven rico y Nicodemo. Y añadía, quizá a veces la vida consagrada puede parecer que ofrece hoy una imagen desmotivada y cansada y ante unos intentos, como los del joven rico ante Jesús, le conviene encajar la respuesta de Jesús a Nicodemo y así «nacer de nuevo».
Incluso al decir de la Instrucción “El servicio de la autoridad y la obediencia”, nº 28: “La autoridad puede caer en el desánimo y el desencanto: ante las resistencias de algunas personas o de una comunidad, o frente a ciertas cuestiones que parecen irresolubles, puede surgir la tentación de dejar pasar y considerar inútil cualquier esfuerzo por mejorar la situación. Asoma entonces el peligro de convertirse en gestor de la rutina, resignados a la mediocridad, inhibidos para toda intervención, sin ánimo de señalar las metas de la auténtica vida consagrada y con el riesgo de que se apague el amor de los comienzos y el deseo de testimoniarlo”.
Ante una situación de aparente agonía institucional, que intuyo se vive sin angustia y con aparente tranquilidad, convendría tomar buena conciencia, y como proyecto personal, comunitario e institucional, de los números 13, 20 y 25 de la Instrucción “El servicio de la autoridad y la obediencia”, de la CIVCSVA, mayo 2008. Se señalan puntualizaciones interesantes que habría que hacer posibles, tanto desde el ejercicio de animación de la autoridad como desde la colaboración del cuerpo institucional.
Estamos situados en una encrucijada entre “el futuro de nuestras instituciones” y el conseguir “las instituciones de futuro”.
El “futuro de nuestras instituciones es estadísticamente agónico”, por más que se den apariencias de exhibiciones y de esplendor.
Otra cosa puede ser centrar los esfuerzos en conseguir “las instituciones de futuro”.
A la pregunta sobre si el religioso/a es feliz diré, que no creo que sienta infelicidad por la situación actual, a pesar del proceso agónico de nuestras instituciones. Preside un clima de serenidad y de tranquilidad institucional.
Por todo lo dicho, hay que considerar que tenemos un potencial en los seglares. Y así como se dedicaban grandes esfuerzos, muy bien programados, para la formación de nuestros religiosos/as, hoy habrá que programar los planes de formación de nuestros seglares. No es suficiente contar con su generosidad.
LOS LAICOS EN NUESTRAS INSTITUCIONES DE FUTURO
Echando una ojeada observamos que nuestros laicos van ocupando puestos de dirección y colaboran incluso en equipos provinciales. Hay centros que cuentan con una comunidad religiosa en la cual todavía algunos religiosos trabajan en la obra; otros centros tienen una comunidad religiosa bastante adyacente a la obra por su elevada edad; e incluso centros sin comunidad religiosa y donde tratamos que los seglares sigan la continuidad de la obra con el carisma institucional.
Si decimos que los laicos son nuestro futuro, ¿qué función tienen los religiosos/as en este proceso? Creo que muy importante. Son un «referente necesario», como repiten insistentemente nuestros laicos. Los religiosos son «corazón, memoria y garantía», por tanto, les corresponde ser motor y acompañamiento en este proceso.
El corazón es símbolo del impulso que hay que dar; la memoria se refiere al mensaje que transmite el itinerario vivido hasta el presente y la garantía se refiere a la autenticidad del espíritu y carisma institucionales.
Pero, además, el vivir de los religiosos debe testimoniar de su consagración al Señor, de su fraternidad ad intra y ad extra y de su interés por la misión, que no admite jubilación en sí misma, aunque sí de determinadas tareas.
CONCLUSIÓN
Habrá que abrirse al nuevo paradigma de las instituciones religiosas.
Los documentos del Concilio citan 103 veces el concepto de vocación que, en el proceso de la historia, las instituciones religiosas han secuestrado como algo específico, y a caso también exclusivo, de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Por el bautismo todos estamos llamados a vivir cada uno su propia vocación. Es importante al respecto LG 4, 31-38; y también Christifideles Laici, que cita 60 veces, de manera muy explícita, la vocación del laico en la Iglesia y en el mundo, y también dentro de la vocación universal a la santidad. Estos textos pueden abrirnos horizontes interesantes.
La formación de los laicos tendrá que comenzarse centrándose en el concepto de “consagración bautismal”, de “comunidad eclesial” y de “misión por el Reino”. Tres conceptos de los cuales tendrán que ser muy conscientes y que tendrán que llenar su vida cristiana, tanto en su vocación y ministerio seglar y matrimonial, como en el ámbito profesional.
Los programas de formación deberán ser cuidadosamente elaborados, aun en el caso que nos parezca arriesgar una respuesta no suficientemente positiva en algunos casos.
Y respecto de los religiosos, aunque cada vez menos numerosos, siguen teniendo una misión importante en este proceso hacia el futuro institucional, mediante su testimonio de vida consagrada, de fraternidad ad intra y ad extra, conjuntamente con su sintonización por la colaboración en la misión.
A partir de estos presupuestos hay razones para esperar la nueva fecundidad vocacional en las instituciones de futuro.

segunda-feira, 27 de junho de 2011

El desafío de las nuevas generacione

¿En qué consiste la dificultad, el desafío, que presenta la formación inicial y algunos casos en concreto al servicio de gobierno ?
La ausencia o escasez de nuevas generaciones
Probablemente algunos de ustedes se encuentran en una provincia, o una congregación, en la cual faltan las nuevas generaciones o éstas están muy minoritariamente representadas.
Tenemos provincias donde la mayoría está entrando en jubilación. La edad media está sumamente implicada en el trabajo apostólico y, al parecer, bastante sobrecargada. Es una generación que, al parecer, es menos resistente que la anterior –a la que le dio el relevo. Es también una generación que sufre la crisis de la mediana edad y que por lo tanto está intentado resolver problemas personales, o los está dejando aparcados.
Tal vez hay un pequeño grupo de jóvenes –a veces de diferentes culturas- que ya han hecho su profesión definitiva, pero que no acaban de integrarse en el conjunto comunitario y mantienen las reinvidicaciones juveniles.
En algunas latitudes como Europa, la escasez de vocaciones autóctonas o su ausencia hacen sospechar que el organismo comunitario tiene los días contados por no tener capacidad autogenerativa, o estar entrando en un estado de esterilidad.
Los casos difíciles de personas jóvenes inadaptadas al medio congregacional
A veces, como superiores y superioras mayores se encuentran con jóvenes que ingresaron, generosamente, en el Instituto, hicieron su aspirantado o postulantado, ingresaron en el proceso de formación inicial y se convierten en una permanente pesadilla o preocupación, porque “no se acaba de ver”. Habría momentos en los cuales se tomarían decisiones tajantes para obviar el problema; hay ocasiones en las que uno se decide por tener paciencia; hay ocasiones en las cuales el tener paciencia parece nocivo y perjudicial para el conjunto. Puede ocurrir que haya distintos puntos de vistas entre el superior provincial y los formadores/as o encargados de la formación inicial.
Y ¿por qué algunos casos pueden ser difíciles? La respuesta no es fácil sintetizarla, pero casi como esquema, ofrezco los siguientes:
- Hay jóvenes religiosos y religiosas que no acaban de decidirse: dicen que por Jesús sí, pero no por la Congregación, no por la institución: hablan de una forma un tanto despectiva del Instituto o de “los frailes”, de las “monjas”: no acaban de “identificarse”.
- Hay jóvenes religiosos y religiosas que arrastran problemas irresueltos y necesitan una comunidad “terapéutica” tanto en el sentido psicológico como moral.
- Hay jóvenes religiosos que no logran conectar con los formadores que la congregación les ha asignado. Mantienen con ellos una tensión permanente. Hay casos en los cuales la acción formativa la reciben de personas ajenas al Instituto. Esto hace que la formación inicial tenga un carácter de iniciación en la vida espiritual, pero no en la vida específica carismática del Instituto.
- Hay congregaciones que les favorecen a sus jóvenes maestros/as espirituales ajenos al Instituto, que los conducen hacia espiritualidades –sin duda, auténticamente cristianas-, pero que no logran hacer valorar “lo propio del Instituto”. Incluso, pueden dar la impresión de que el Instituto, o la Provincia, no cuenta con acompañantes espirituales adecuados, ni con medios adecuados, ni con un itinerario espiritual que ofrecer a los jóvenes formandos.
Las instituciones formativas como problema
Hay jóvenes que no encuentra en su propio instituto un sistema formativo “razonable”, bien pensado. Les da la impresión de que el sistema formativo está sometido a la improvisación, a la falta de seriedad.
Un sistema formativo es poco serio y razonable, cuando:
- Improvisa a los formadores y no cuida la preparación y formación de formadores;
- O cuando esa formación de formadores se realiza de forma “genérica”, basada en elementos comunes de la formación, pero se desentiende de lo específico carismático del Instituto. ¡No olvidemos que los formadores son los iniciadores, los mistagogos en el espíritu del propio instituto! Y si en lugar de iniciar en ese espíritu –que se expresa en la totalidad del Instituto- inician en otro espíritu, al final no favorecen la identificación carismática de los formandos, que es de lo que se trata.
- O cuando la formación carismática es superficial porque solamente se fija en elementos externos y tradicionales, pero no capta el núcleo generador del carisma; o cuando es meramente repetitiva y no hermenéutica, es decir, no sabe cómo re-interpretar el carisma en las nuevas circunstancias, ante la nueva conciencia que emerge –de modo que da la impresión- de que el carisma lleva más hacia el pasado y la memoria, que hacia el futuro y la profecía; o cuando la formación carismática es fría, no emocional, no experiencial: en ese caso el centro formativo se encuentra aislado, con referencia casi única a la comunidad formativa.
- O cuando la formación carismática es un tohu babohu de estudios –mañana y tarde- o de experiencias no acompañadas, o de actividades… Lo propio del proceso formativo consiste en aprender a “aprender”. Más importante que lo que se enseña es el “aprendizaje”. No se necesitan en los procesos formativos enseñantes, sino maestros en el arte de aprender.
- Cuando el sistema educativo no funciona, quienes pasan por él sienten consciente o inconscientemente sus disfunciones y sus malos efectos. Es, entonces, cuando se pierden los días, las semanas y los meses. A veces se quiere arreglar en un mes de ejercicios espirituales o en unas semanas de espiritualidad –antes de la profesión definitiva- lo que no ha funcionado durante años.
La difícil relación intergeneracional y los problemas comunitarios
La relación entre las generaciones no es un problema sólo nuestro. Acontece también en las familias. En estos últimos años se ha producido y se reproduce constantente un alejamiento entre nuevas generaciones y las generaciones adultas. Lo vemos en la sociedad. Los encuentros intergeneracionales son esporádicos. Lo normal es que la juventud vaya por una parte, por otra los adultos y por otra los ancianos.
La generación intermedia ha aprendido a sobrevivir ella sola. En principio no necesita de la generación joven, como tampoco la generación joven necesita de la adulta. A lo más, sobre todo en la vida consagrada, hay buenas relaciones entre la generación joven y la adulta joven. O dicho de otra manera, a la hora de divertirse, de pasarlo bien, de explayarse y salir de la cotidianidad, nos pensamos muy bien con quién hacerlo.
Nada extraño entonces que una persona joven no encuentre en su comunidad -mayoritariamente de ancianos o ancianas-, el estímulo necesario para la diversión, para el necesario ocio imprescindible en la vida.
Es muy fácil que los problemas comunitarios y las dificultades de la relación se vuelvan crónicos. Y entonces, se conviertan también en tema monocorde de conversación y crítica. Hay personas a las cuales amargan la vida los problemas comunitarios. Hay jóvenes que ante esta incapacidad de ser comprendidos o hacerse comprender, se van cerrando a la comunicación y se van entristeciendo cada vez más hasta que pierden todas sus ilusiones.
En síntesis
He aquí cuatro desafíos serios que los superiores/as mayores deben afrontar en su ministerio: la ausencia o escasez de nuevas generaciones, los casos difíciles, las instituciones formativas como problema y la difícil relación intergeneracional. Son desafíos que salen directamente al encuentro. Son desafíos que tienen que ver con la situación de cambio epocal que estamos viviendo. No es cuestión de culpabilizarnos, sino de descubrir los caminos de solución que el Espíritu nos ofrece.
Ante los desafíos hay que actuar creativamente y con visión de lo que está aconteciendo. Por eso, la detección de los problemas o dificultades, y el diagnóstico, no es para desesperanzarnos, sino todo lo contrario: para buscar con urgencia y pasión las mejores soluciones.
Los desafíos que tienen que ver con la formación inicial o la iniciación carismática en el Instituto han de ser prioritarios para el hoy de nuestras congregaciones. Se trata de esa zona más sensible y decisiva dentro del cuerpo-organismo del Instituto en la cual se produce la “re-producción”. El espacio formativo es el espacio de la “autogeneración”. En los procesos vitales la autogeneración es la instancia primera. Por eso, la preocupación por el espacio autogenerativo es la primera instancia en el gobierno y en el liderazgo de un Instituto. Esta es la piedra de toque en la cual aquellos que sirven a un Instituto desde el gobierno, pueden reconocer si están ejerciendo un ministerio de vida y a favor de la vida o no.